Por Luis López-Portillo
He trabajado buena parte de mi vida en manejo del cambio, tanto personal como de cultura organizacional. Nunca ha sido fácil, pero después de la pandemia todos lo sentimos un reto más complejo y demandante.
La necesidad de reinventarse, tanto a nivel personal como organizacional, se ha vuelto una especie de requisito indispensable para sobrevivir y seguir avanzando después de la pandemia.
Hay tres variables que lo hacen más difícil: el estrés acumulado, el cansancio emocional y la incertidumbre sin precedentes que nos rodea por todos los daños colaterales de la pandemia, especialmente el económico.
El manejo del cambio siempre ha sido difícil por razones neurológicas. El cerebro está diseñado para alejarnos del peligro y mantenernos vivos: su prioridad es la sobrevivencia, por ello rechaza de forma automática todo lo que interpreta como peligro (real o imaginario).
Por lo anterior, la neuroquímica de nuestro cerebro hace de la resistencia al cambio un mecanismo impulsivo natural. Para el primitivo sistema operativo de nuestro cerebro, rechazar el cambio es una acción de “conservación” de nuestra especie.
Nuestro cerebro se resiste al cambio automáticamente porque está tratando de mantenernos en un estado de seguridad o de certeza: la famosa “zona de comfort”. Es parte del diseño de nuestro cerebro emocional. Es parte de la dificultad natural de gestionar cambios personales o reinventarnos.
Manejo del Cambio en Nuestro Cerebro
Cuando intentamos procesar un cambio que se nos ha impuesto (como un nuevo proceso o una nueva herramienta digital) racionalmente entendemos qué es necesario el cambio, pero en la parte más antigua de nuestro cerebro hay una reacción emocional instintiva de resistencia activada por nuestra amígdala.
La resistencia es una manifestación de miedo diseñada para protegernos. Cuando afrontamos un cambio inicia una lucha de poder en nuestro cerebro entre la sección racional y la sección emocional.
Una parte de nosotros dice entender el cambio, pero nuestro poderoso instinto del miedo nos hará tratar de resistir e incluso boicotear el cambio.
Por eso es común en los lugares de trabajo escuchar excusas de todo tipo para evadir los cambios: no me funciona el sistema, es más rápido hacerlo como lo hacíamos antes, ya esto muy viejo para aprender o la gente me está pidiendo que lo hagamos como siempre se ha hecho.
Por ello debemos entender que esta resistencia está activada por el miedo y el instinto de seguridad. Muchos de estos miedos se manifiestan en forma de creencias o encuadres mentales que se han vuelto “verdades personales”.
Manejo del Cambio Consume Energía
En mi segundo libro (“Evolve & Restart: Personal Reinvention and Sustainable Change Applying The Restart Mindset”) explico la importancia del requisito inexcusable de desaprender. Ello implica “resetear” la mente cambiando creencias, encuadres mentales y adoptando la virtud de la aceptación plena.
Para que un cambio personal sea sostenible en el tiempo, primero tenemos que ajustar nuestro sentido de identidad, luego gestionar inteligentemente nuestros hábitos y adoptar una disciplina de acción diaria.
Adoptar un cambio es, ante todo, una lucha contra la biología de nuestro cerebro. Todos nuestros hábitos, costumbres y comportamientos familiares ocupan una ruta o pasaje neuronal que se ha fijado en nuestros circuitos cerebrales. Son “duros de matar” por estas razones.
Los hábitos se han vuelto comportamientos mecánicos porque se volvieron parte fija de nuestro entramado cerebral. Tratar de abrir una ruta o pasaje neuronal nuevo es difícil porque la existente es más cómoda y rápida.
El cerebro prefiere lo conocido porque es más eficiente y la eficiencia preserva energía, lo cual es una de las principales funciones del cerebro. Por ello desaprender es difícil, porque el cerebro tiene dos poderosas razones para apegarse a lo viejo conocido: proveernos seguridad y cuidar los recursos energéticos.
Sustitución de Hábitos
Cuando intentamos algo nuevo, lo sentimos incómodo, no sólo por el miedo, sino porque el cerebro de forma automática está tratando de llevarnos por la ruta conocida. Es el instinto de la comodidad (o zona de confort).
Por todo lo anterior coloco en mis entrenamientos mucho énfasis en el arte de desaprender, tema que desarrollo en mi segundo libro. Es importante entonces entender los mecanismos de sobrevivencia del cerebro y la ciencia de formación de hábitos, así caemos en cuenta que el mejor camino es la sustitución de hábitos.
Uno de las verdades más incómodas para el ser humano es que los hábitos nunca mueren. No se pueden borrar de nuestro cerebro. Sólo se pueden sustituir instalando un nuevo encima del comportamiento anterior. Esto lo han vivido miles de personas alrededor del mundo que se rehabilitan de adicciones.
No es fácil combatir nuestra biología, por ello el primer paso en manejo del cambio es desaprender. El segundo paso es “blindar” el cambio contra la resistencia emocional de lo “viejo conocido”, de tal forma que sea sostenible en el tiempo. De eso hablo en otro artículo.
Luis López-Portillo es coach y formador de equipos gerenciales. Es especialista en manejo del cambio y cultura organizacional. Ha escrito un libro sobre manejo del estrés laboral y uno sobre reinvención personal.
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